
La comunicación de los niños de un año se basa en algunos gestos y cuatro palabras. Su encanto ilimitado y su ingenio hacen que consigan todo lo que quieren. Poco a poco van tomando conciencia de lo mucho que nos fascinan sus gestos y aprenden a explotarlo.
Verlo con el dedito estirado señalando una galleta nos enternece tanto que se la damos. A nosotros nos fascina este tipo de comunicación, y hacemos todo lo que nos pide para demostrarle que lo hemos entendido.
Sus primeras palabras
Las primeras palabras de nuestro pequeño hacen la delicia y crean la expectación de toda la familia. "Papá" y "mamá" son las más comunes, aunque no tiene porque ser así. Nuestro bebé pronto descubrirá que, cuando nombra a las personas, consigue atraer toda su atención. Nada hace más efecto en una madre que escuchar la palabra "mamá" de boca de su pequeño.
Después de los gestos y los balbuceos, llegan los intentos de nombrarlo todo, tarea en la que todos colaboramos gozosamente. Les encanta aprender palabras nuevas e intentar repetir todo lo que decimos. Nosotros nos entregamos a sus constantes demandas, aunque debemos tener en cuenta sus límites y no pedirles más de lo que pueden decir.
¡Que serios se ponen!
- Más allá de sus gestos y palabras, lo que más nos enamora de los pequeños de un año es el tesón y la seriedad con la que realizan cualquier tarea. Meten, sacan, apilan y traen cosas con infatigable voluntad.
- La imitación es otro de los mecanismos de aprendizaje. Repiten todo lo que hacemos. Es bastante común encontrar a los niños de año y medio paseando por la casa con la manita en la oreja y chapurreando una animada conversación con un teléfono móvil imaginario.
Necesitan que los adultos les comprendan Nosotros tenemos que tener la mente abierta y comprender lo que nuestro hijo quiere expresar. Cuando estemos viendo un libro y señale un animal, puede que se refiera a lo que le gustó de la visita al zoo del día anterior, no al animal de la historia. El pequeño insistirá hasta que hagamos comentarios sobre lo que está pensando y nosotros tenemos que descifrar lo que quiere decir. |
9 armas de seducción
- Su sonrisa es altamente contagiosa. Resulta inevitable sonreír a un niño que nos sonríe. Es tan encantadora e irresistible que provocarla será la gran diversión de papá y mamá.
- Su mirada. Directa, franca, demuestra en cada momento lo que siente. Se trata de una que mirada atraviesa varias capas de nuestra personalidad y nos hace sentirnos desnudos.
- Su inegenio. No dejará de sorprendernos. El reciente descubrimiento de la relación causa- efecto le otorgará un gran poder para realizar deducciones y organizar sus andanzas.
- Su determinación. Unida a su ingenio, es el complemento perfecto para conseguir lo que quiere.
- La torpeza. Nuestro pequeño aún no controla bien su cuerpo, lo que se interpone entre sus objetivos y él. Sus dificultades despiertan en nosotros tal ternura que nos convierte en incondicionales aliados.
- Los grititos. Especialmente si contienen alguna sílaba o vocal de nuestro nombre. «¡A pa! ¡A pa!», por ejemplo. Producen un efecto fulgurante en nuestro cerebro.
- Aunque no haga ni diga nada, cuando veamos sus mofletes sentimos unos deseos irrefrenables de achucharlo.
- Sus sonoros besos. Son adictivos y probablemente nos pasaremos el día pidiéndoselos. Y él dándonoslos... hasta que se canse.
- El arma definitiva son los abrazos. Cuando te rodea con sus bracitos, estás felizmente perdido en el paraíso.
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