lunes, 22 de junio de 2009

¿Cuándo empiezan a hablar los niños?

¿Tu hijo solo sabe decir tres palabras y ya tiene año y medio?¡No pasa nada! Los niños aprenden a ritmos diferentes. Y cada niño tiene su propia estrategia para comunicarse. Te contamos las claves del lenguaje infantil paso a paso.

Las chicas adelantan a los chicos

Las niñas aprenden a hablar antes que los chicos.

Elias tiene un año y medio y es un típico representante del sexo masculino: no habla mucho. Mamá, papá, agua, este vocabulario representa el total de sus recursos de conversación. Pero entiende mucho más. Cuando le pides que traiga el martillo y el destornillador, coge las herramientas correctas sin dudar un momento. Si se lo dices, también apaga la radio o la televisión. Sabe ladrar en tres tonos diferentes e imitar a la perfección el canto del cuervo. ¿Hablar? ¡No es precisamente lo que más le llama!

Las mujeres hablan, los hombres callan. Aunque suena a estereotipos anticuados, este en concreto vale incluso para los peques. Según las estadísticas, las niñas aprenden a hablar antes y muestran más disposición para conversar que los chicos. Ellos necesitan un par de semanas, a veces incluso meses, más para pronunciar las primeras palabras de manera fluida. Y esto es una pauta que sigue en el desarrollo posterior. Las niñas no solo empiezan a hablar antes, sino que también tienen menos problemas en todo el desarrollo de habla".

Llorar es el primer medio de comunicación

Muy pronto comprende que cuando lloran mamá y papá llegan en su ayuda.

El primer llanto es el principio de toda comunicación. El recién nacido se quiere hacer escuchar: "Hola, ¿hay alguien allí? ¡Tengo hambre!"

Rápidamente entiende que cuando habla (es decir llora), mamá y papá vienen a socorrerle. Paulatinamente el diálogo se vuelve más sofisticado: un llanto agudo, un refunfuñar cabreado, unos maullidos bajitos, un primer balbuceo, una sonrisa cautelosa. Un programa de comunicación igual en todo el mundo.

Durante los primeros meses, un bebé chino no suena diferente a uno europeo. Solo poco a poco el balbuceo se vuelve claramente español, alemán, francés, finlandés o chino. Lo que los padres escuchan a partir del segundo mes se llama la primera fase de balbuceo y consiste en que su bebé intenta investigar lo que puede hacer con su boca más allá de chupar y babear. Y entonces forma sonidos como por ejemplo "goo", "grr", "ej". Al bebé le motivan las puras ganas de experimentar: ¿qué sonidos salen si enrollo la lengua? ¿Y qué pasa si resoplo y redondeo los labios?

Empieza la comunicación

A partir de los cuatro meses, los bebés empiezan a comprender el lenguaje.

  • A partir de los cuatro meses, los peques aún no se saben expresar con más claridad pero empiezan ahora a comprender las melodías del habla. Reconocen si papá está alegre o triste y saben cuando alguien les habla en su idioma materno.
  • Escuchar bien es un requisito importante para la segunda fase del balbuceo que empieza apróximadamente a los seis meses. También en ésta producen todo tipo de sonidos, pero sólo parecen arbitrarios. Los bebés comparan lo que producen con lo qu escuchan. Y ciertos sonidos quedan entonces descartados.
  • Entre el noveno y el duodécimo mes llega una fase extraordinariamente divertida. Los bebés empiezan a duplicar sílabas: ma-ma-ma, pa-pa-pa, gugu. Y el mejor fomento en esta etapa del desarrollo del habla es el llamado contacto visual triangular. El bebé juega con la pelota, mira a la pelota y luego mira a mamá. Y esto significa: "Dime por favor cómo se llama esta cosa". Los peques quieren escuchar hablar a los mayores, quieren saber algo sobre el mundo en el que viven. Es un paso importante hacia la comunicación consciente.

La primera palabra

Una vez superarda la primera palabra, el desarrollo del lenguaje va muy deprisa.

Alrededor del primer cumpleaños ha llegado el momento esperado. El bebé recompensa a sus padres con su primera palabra. Siendo una niña de ciudad, Teresa ha vuelto tan fascinada de las vacaciones en una granja que saluda desde entonces a todos los seres de dos o cuatro patas con un "Muh" alegre. Pablo, el niño eternamente hambriento, se decide por su alimento favorito. Su primera palabra es "late" (chocolate).

Una vez superada la pronunciación de la primera palabra, el desarrollo del lenguaje parece vivir una auténtica explosión. El peque empieza a coleccionar palabras. Mamá, papá, agua, wau-wau, imita lo que se le dice. Ha aprendido a pasar las páginas en los libros y no para de traernos libros de estampas, señala los dibujos y nos mira atentamente: ¡Quiero saber lo que es esto!

¿Pero a partir de cuando un niño debería saber diferenciar con seguridad un perro de un gato – hablando simplemente en términos del idioma? ¿Y por qué el niño del vecino menor que el nuestro habla por los codos mientras que nuestro hijo guarda un silencio preocupante? La gran minoría de los niños realiza en su desarrollo dentro del programa estándar. La realidad es que existen genios linguísticos que saben sus primeras tres palabras a los diez, once meses, los que menos prisa tienen llegan a tener 21 meses antes de hacer lo mismo. Algunos niños usan cada pocos días una palabra nueva. Otros memorizan las nuevas palabras. Durante semanas no pasa nada y después sueltan toda una cascada de palabras.

Las diferencias en el desarrollo del idioma son perfectamente normales. Aún así, cuando los padres tienen dudas, pueden acudir al pediatra o logopeda para que valore al niño. Hablar bien es de una importancia enorme para los niños. El mundo se abre gracias al idioma. Quien habla bien, además hace más fácilmente amigos."

Elias ha hecho progresos durante el último mes. A parte de voces de animales ha ampliado su repertorio con ruidos de herramientas. Sabe imitar a un destornillador eléctrico. Y en su vocabulario se encuentran ahora "brumm" y "coche".

Hablar por hablar

Lo que los padres pueden hacer para fomentar las ganas de hablar de su hijo:

  • Hablar mucho. Claro que puedes cambiar los pañales a tu bebé sin abrir la boca, pero es una oportunidad excelente para explicarle el mundo: "¡Mira, este es tu ombligo!". "¡Mira cómo se mueve el móvil cuando soplamos!" Evidentemente los bebés aún no captan el significado de las palabras. Pero existen dos argumentos importantes a favor de hablar con el bebé. Primero, los bebés se sienten a gusto con el sonido de la voz de mamá. Segundo, al principio aprenden sobre todo escuchando.
  • Responder. Bu-bu-bu, ga-ga-ga. En cuanto el bebé empiece a producir sonidos, se convierte en un interlocutor a tomar en cuenta. Se alegra cuando los mayores imitan sus sonidos a modo de respuesta y se esforzará a su vez con las palabras de mamá y papá.
  • Escuchar. Hablar solamente tiene sentido cuando sientes que alguien te escucha con interés. Independientemente si un niño de un año practica una nueva palabra o el de tres cuenta por séptima vey la su encuentro con el camión de la basura. Escuchar significa tomarse el tiempo y mirar el niño mientras habla. Si no es el momento, lo mejor es explicárselo: Tiendo la ropa, luego nos tomamos un colacao y me cuentas lo que me quieres decir sin prisas.
  • Leer en voz alta. Los libros son fantásticos, incluso para los más pequeños. Se pueden morder las esquinas, tirar de las páginas y en algún momento también mirar las imágenes. Mientras más pequeño el niño, más simples han de ser las ilustraciones: una pelota, un coche, un oso.
  • Cantar. El idioma es información, pero también melodia y ritmo. Ambas cosas aprenden los principiantes fácilmente con canciones, poemas y juegos con los dedos.
  • Jamás corregirle directamente. "Abuela ido casa". Claro está lo que quiere decir el peque con esta frase. Y esto merece su reconocimiento. En vez de corregir a tu hijo, repite la frase en su versión correcta: "Sí, la abuela ha ido a su casa.

¿quin dice q mi hijo no es hermoso??


te amo Renato....
tu mama.

Les encanta repetir

Pueden pasarse horas haciendo lo mismo. Parece un juego poco creativo pero en realidad es todo lo contrario: los niños descubren cómo funciona el mundo y como intervenir en él, repitiendo. Necesitan las rutinas.

Con tan solo un año, los niños ya pueden jugar a unas cuantas cosas: encajar formas sencillas, apilar piezas, corretear, patear la pelota, arrastrar cochecitos, golpear un tambor, mirar (o más bien romper) cuentos y revistas... Eso sí, su atención sólo es capaz de entretenerse breves momentos en cada juego. ¡Salvo cuando se enfrascan en una actividad repetitiva! ¿Por qué lo hacen?

1. Descubren un mundo nuevo

A esta edad, los niños se encuentran inmersos en el llamado juego sensomotor. A través de él descubren el mundo físico, sus propiedades y posibilidades: el peso, la dureza, el sonido, la opacidad... Consiste, sobre todo, en tocar, golpear, arrastrar, sacudir, voltear, abrir y cerrar, meter y sacar, arrojar y recuperar, esconder y encontrar...

Disfrutan provocando que ocurran cosas: un sonido, un desplazamiento,una caída, la desaparición de un objeto, su recuperación… Cosas nuevas y sorprendentes. Sí, nuevas para ellos, aunque sean tan conocidas para nosotros. Por eso, aunque no lo parezca a primera vista, este juego es muy creativo.

2. Les aporta seguridad

Así pues, los niños aprenden repitiendo. Algo tan sencillo como golpear una cacerola con una cuchara les enseña que, si se choca una cosa con otra, se produce un sonido. Y lo provocan ellos. ¡Qué placer! ¿Cómo no volver a hacerlo?

Cuando se está empezando a vivir, el mundo se rige por el azar y elcaos. Las cosas ocurren sin orden ni concierto, sin saber por qué. Pero si siempre que se da un golpe, se produce un ruido, entonces hay algo que el pequeño ya tiene claro: que después de lo uno, siempre viene lo otro. Todo un hallazgo: ha descubierto una ley que funciona. Y va a comprobarla una y otra vez, porque, además le da seguridad.

3. Les ayuda a progresar física y psicológicamente

La reiteración de actividades motoras tiene varias funciones:

  • Perfecciona el dominio de su cuerpo: con la práctica se consolidan las conexiones cerebrales que proporcionan facilidad y soltura.
  • Le da al niño la satisfacción de ejercitar y comprobar esas habilidades y su progreso, es decir, de sentirse competente. Cuando se centra repetitivamente en una acción o en un objeto, lo que está haciendo es seleccionar, centrarse en algo y así descartar otra serie de estímulos que podrían desbordarle.
  • Les permite asimilar lo que es nuevo para él, convirtiendo lo inédito y extraño en familiar y conocido.

4. Les hace perseverantes

Esa capacidad para sobreponerse al fracaso e intentarlo otra vez, supone una capacidad de empeño muy saludable. Significa que el niño es perseverante y resistente al desánimo, y que está dispuesto a aprenderde sus propios errores (por eso se llama aprendizaje por ensayo y error).

Hay que crearles rutinas

En estos primeros años, los niños se sienten más seguros si las cosas ocurren de un modo regular y si saben lo que viene después. Por eso, para ayudarles debemos:

  • Utilizar las mismas acciones y palabras para acostarlos, para levantarlos, para el baño y la comida y hacerlo todo en el mismo orden y a la misma hora hace que el mundo sea más previsible, ordenado y sencillo.
  • Seguir un orden en las actividades previas a acostarlos (baño, cena, lavado de dientes, pis, pijama, cuento o canción, despedida del muñeco y del osito, beso de buenas noches...), les ayuda en la transición a la oscuridad y al sueño.
  • Las rutinas de cada día les ayudan a estructurar el tiempo, a hacer que todo sea menos estresante y agotador. Cuando hay que introducir cambios, conviene avisarles con antelación y no extrañarnos si observamos alguna pequeña alteración de humor, nerviosismo o irritabilidad.
  • Cada niño tiene pequeñas manías y rituales que conviene respetar.

Por: Luciano Montero, psicólogo.

Mi hijo pinta… ¿Dibujos o garabatos?

Pequeños artistas: Mi hijo pinta… ¿Dibujos o garabatos?
Los niños son artistas n aturales y sus obras son esenciales para su desarrollo emocional, cognitivo y social. Con tan sólo un año nuestro hijo ya puede garabatear. Los padres debemos abordar sus pinitos en las artes plásticas con el entusiasmo con el que alentamos sus primeros pasos. El garabato es la antesala de la escritura y de muchas habilidades más.

Algo tan sencillo como coger un lápiz resulta para un niño muy complejo. Hasta los dos años aproximadamente, su desarrollo neuronal y motriz no lo permite (exige coordinación, fuerza...). A ellos eso no parece importarles demasiado. Desde los primeros meses, probarán las delicias de emborronar cualquier superficie con algún material: desde los restos de papilla al rotulador del hermano o el pintalabios de la madre. Estos actos son muy valiosos. Por eso deben estimularse y orientarse correctamente.

El garabato, precursor de la escritura

  • Si un niño ha dibujado cientos de círculos jugando es más probable que se enfrente con soltura al trazo de una ‘a’, por ejemplo.
  • Lo que comienza siendo (entre los 12 y los 18 meses) una simple descarga motriz, un movimiento del cuerpo sin intención, se transforma en un acto cada vez más consciente, intencionado y coordinado (de los 18 a los 24 meses). A partir de ahí, los dibujos le servirán para expresar lo que aún no puede o no sabe decir con palabras.
  • El garabateo de los pequeños es tan importante como el impulso que les permite andar y que se manifiesta en esa misma etapa de su vida (al cumplir el año).
  • Pintar no es sólo pintar. Si observamos a nuestro hijo mientras dibuja comprobaremos que mueve todo el cuerpo, de la espalda a los hombros. Pronto coordinará sus ojos con la mano y los dedos. Es cuestión de práctica.

Sus dibujos no significan nada

  • Puesto que la finalidad de pintar no es la corrección artística sino el desarrollo global del niño, cada pequeño paso tiene su valor. Los padres son quienes tienen que dar la justa importancia a lo que hacen los hijos.
  • Si expresamos nuestra admiración por su dibujo y lo exponemos (la nevera, por ejemplo, puede ser un buen sitio), estaremos reforzando su autoestima y animándole a seguir mejorando su técnica.
  • Poco a poco, podemos ir preguntándoles qué han dibujado, dándoles nosotros propuestas (¿es un sol?, por ejemplo) y logrando así poner palabras donde sólo había trazos irregulares.
  • Resulta poco apropiado que los padres se creen expectativas que no van a cumplirse porque aún son pequeños (no salirse de los límites del dibujo trazado, por ejemplo). El límite en el dibujo lo ponemos los mayores. Para los pequeños todo es una superficie que rellenar. Y suelen intentar abarcar todo el espacio.
  • Si mostramos algún tipo de decepción, ellos van a sentirse desanimados.
  • No debemos preocuparnos por los colores que eligen para dibujar. Entre uno y dos años es totalmente involuntario y azaroso: suelen escoger el que está más cerca o la cera más cómoda. Lo que sí les suele gustar mucho es el contraste que hace el negro sobre el fondo blanco o sobre el resto de colores suaves.
  • Unos seis meses después de haber comenzado a garabatear, en algún momento descubrirán que hay una vinculación entre sus movimientos y los trazos del papel. Este es un paso muy importante, y representará un cambio en sus dibujos y su forma de dibujar.

Pintar como ritual

Es recomendable que el momento de dibujar implique para el niño un pequeño ritual: ponemos periódicos en el suelo, sacamos las pinturas de la caja, elegimos un folio o cartulina blanca, ponemos música... Así, comprenderá cuándo toca dibujar, cuándo puede uno emborronar sus cartulinas y sus manos y cuándo no. Además del estímulo neuronal y motriz que supone para el niño la actividad de pintar, también puede tratarse de un momento perfecto para "poner límites".

Elegir materiales adecuados a su edad

Existen ceras gruesas fáciles de agarrar, sin envoltorio de papel (pueden quitarlo y llevárselo a la boca); rotuladores no tóxicos de punta redondeada, pintura de dedos...

Existen muchos materiales no al uso útiles para niños de un año. Por ejemplo, un buen truco es utilizar gelatina en polvo, disuelta en agua, para hacer acuarelas. Pueden llevarse la gelatina a la boca sin ningún riesgo.

¿Dónde pueden dibujar?

Los padres debemos ser conscientes de que esta actividad mancha. Puesto que con un año aún no es fácil acertar con precisión en los límites del papel, resulta muy práctico cubrir el suelo con papel de periódico y sobre este disponer la cartulina que vayamos a usar. Otra opción es usar la trona, con su mesita de plástico.

Buenas ideas
No tan buenas
  • Tener un lugar de la casa para exponer sus obras y admirarlas.
  • Ponerle ropa cómoda y fácil de lavar para que no nos importen las manchas.
  • Prestar toda nuestra atención a lo que hace y no intentar dirigirle.
  • Esperar que se sienten durante un largo espacio de tiempo y mantengan la concentración en el dibujo. Son aún muy pequeños.
  • Corregir lo que hacen. Afecta a su autoestima.
  • Buscar interpretaciones a sus dibujos. Son trazos sin intención.

Por: Susana Fernández Cifuentes.

Asesora: Rosario Sánchez, psicóloga.