viernes, 24 de octubre de 2008

Lo que tu hijo te dice sin palabras





Niño de un año riéndose y jugando.Muchos padres tienen la sensación de que sus hijos intentan comunicarse con ellos antes de lanzarse a hablar. Y no son imaginaciones suyas. Con doce meses, los bebés usan el lenguaje corporal para expresar sus ideas y sentimientos.

Muchos padres afirman tener la sensación de que sus hijos intentan comunicarse con ellos mucho antes de hablar. Y no son imaginaciones suyas. Cumplido el año, aunque el niño aún no usa las palabras, sí se sirve de la comunicación no verbal.


Es posible que al niño aún le queden unos meses para pronunciar sus primeras palabras, pero eso no significa que no use otro medio de comunicación: el lenguaje no oral.
Los pequeños de más de 12 meses transmiten sus sensaciones mediante los gestos de su cara, la respiración o incluso los movimientos de las extremidades.


Anímale a expresarse

  • Ayudarle a usar la expresión corporal y esforzarse por comprenderle es bueno para su crecimiento y estrechará la relación con sus padres.
  • Además, la comunicación corporal suele darse de una forma más espontánea que la verbal, por lo que es el indicador más fiable de sus verdaderas emociones. Cuando comience a hablar, hay que fijarse en las expresiones de su cuerpo. Los padres aprenderán algo nuevo cada vez que le miren.
  • Para comprender el lenguaje no verbal de un pequeño, hace falta tiempo y experiencia. Pero si crees entender qué te está diciendo, dile qué es lo que interpretas. Si te equivocas no importa, y si aciertas, él se sentirá feliz.

Algunas pistas

Aunque cada niño diseña su propio lenguaje, hay expresiones comunes que utilizan todos:
  • El llanto sigue siendo la forma más directa de manifestar malestar o enfado.
  • Las manos abiertas y extendidas a los lados significan que está feliz.
  • Los hombros erguidos son signos de satisfacción, mientras que la cabeza baja denota preocupación.
  • Una respiración rápida puede querer decir que está ansioso por algo.

Un año: la sombra de mamá

Niño aferrado a las piernas de su madreCon un año, el niño es capaz de desplazarse por sí mismo y se da cuenta de lo diminuto que resulta él en el mundo. Estar cerca de mamá le da confianza para explorarlo por su propio pie. Es importante transmitirle nuestro apoyo en esta nueva etapa, y no miedo o angustia.


Los niños de un año se encuentran en un momento muy específico de su crecimiento, y esto de convertirse en la sombra de mamá es una característica común en todos ellos. Muestran una intensa fijación por la principal figura de referencia (normalmente la madre) y rechaza a los demás, incluso a familiares a los que no ve todos los días.

Cuando tiene una cuidadora o está mucho con la abuela, el apego del pequeño puede diversificarse un poco más, pero se sigue ciñendo a un círculo exclusivo, y casi siempre se centra sobre todo en una persona.

¿Por qué no se separan de mamá?

Puede llamarnos la atención que el niño de un año, que ya es capaz de desplazarse por sí mismo, que ve cómo sus facultades físicas progresan, que puede campar a sus anchas, se haga precisamente ahora tan pegajoso y asustadizo.

Pero es precisamente en el momento en que empieza a caminar, a tropezar y a caerse, a comprobar que no alcanza todo lo que quiere y lo que es incapaz de hacer, cuando se da cuenta de lo ancho, difícil y hasta amenazante que puede resultar el mundo.

Piensan que mamá ha desaparecido

A esa edad, lo que no está presente sencillamente no existe. Imaginemos lo que pasa por su cabeza cuando quien desaparece es la persona más importante sin la cual su vida es inconcebible.

La capacidad de quedarse solo con la confianza de que mamá volverá es algo que no se conquista de un día para otro, lleva su proceso:

  • Por parte de los padres requiere comprensión, tolerancia y una actuación equilibrada en la que el niño goce de nuestra protección y cariño constantes.
  • También necesita sentirse apoyado para avanzar hacia una progresiva autonomía, que él también desea, en la medida en que va pudiendo asimilarla.
  • La mejor manera de actuar es no caer en los extremos: ni ser sobreprotectores ni empujarles hacia una independencia para la que aún no están preparados.

El sentimiento de apego

  • Apego es la especial relación que el niño mantiene con la persona o personas más allegadas.
  • Desea su proximidad, interactúa frecuentemente con ellas por el tacto (contacto físico, caricias), la vista y el oído.
  • Busca el apoyo y ayuda de estas personas, sobre todo en los momentos de ansiedad y tristeza, y siente angustia cuando se separan de él. Además, se apoya en ellas para explorar el mundo.
  • Cuando siente que la madre u otra figura de apego está cerca, el niño es capaz de moverse de un lado para otro, explorar nuevos lugares, relacionarse con otras personas y, respaldado por ella, separarse e independizarse por periodos cada vez más largos.
  • Cuando se siente inseguro porque la figura de apego se aleja demasiado tiempo o porque no hay una buena relación afectiva, entonces esa necesaria exploración del mundo se paralizará por la ansiedad.

Niño llamando a su madre ¿Cómo lograr que sea independiente sin separarnos de él?

  • Responder siempre a sus demandas de cariño, seguridad y atención, acogerle siempre que nos busque, pero sin pretender que esté pegado a nosotros.
  • Hay que permitirle alejarse y regresar libremente en la medida en la que le apetezca y necesite.
  • Es importante no quitarnos al niño de encima como si fuese un molesto engorro, lo que aumentaría su angustia y su insistencia en estar pegado a nosotros (eso es el «apego inseguro» o «ansioso»).
  • No debemos mostrar ansiedad ante una pequeña separación. Si lo hacemos de un modo tranquilo y relajado, sin reflejar inquietud, esa será para el niño una pista importante de que no hay nada que temer. Hay padres que, sin darse cuenta, transmiten al niño su propia angustia de separación.
  • Ir estableciendo pequeños límites razonables. Los padres tienen la necesidad de reservarse ciertos momentos para ellos: para hacer una comida, ir al baño o atender el teléfono. Podemos decirle: «Mientras mamá habla por teléfono tienes que esperar» o «no puedes estar junto a mí cuando estoy cocinando».
  • Debe empezar a jugar solo. Debe hacerlo poco a poco. Empecemos a jugar juntos con algún material interesante, y después disminuyamos progresivamente nuestra intervención, pero mostrémonos implicados e interesados en lo que hace. Podemos alejarnos un poco y seguir con nuestras tareas, pero en un radio que nos permita mantener contacto visual. Posteriormente, podemos incluso ausentarnos algunos ratos de la habitación, pero hablándole frecuentemente y visitándole de cuando en cuando para animarle, elogiar sus hazañas y resaltar lo que está haciendo «él solito».
  • Reservar algunos ratos para estar plenamente con él, dedicándole toda nuestra atención. Es la vivencia de esos momentos lo que le ayudará a construir su confianza y seguridad internas y a soportar algunos ratos de soledad. En cambio, si nunca nos tiene plenamente, le costará también mucho más soportar nuestra ausencia.

Cómo suavizar las separaciones

  • Conviene que el niño se acostumbre a estar con otras personas además de los padres lo antes posible.
  • Tenemos que informarle cuando vayamos a ausentarnos, ya que así se puede preparar, aunque le cueste. También hay que despedirse de él, aunque llore. Se sentirá más abandonado si nos vamos por sorpresa y sin decirle nada.
  • Un peluche o el muñeco preferido le ayudan a soportar la ausencia. También es bueno que tenga algún objeto de sus padres para que los tenga presentes.
  • Es bueno que se familiarice por anticipado con las personas que lo cuidarán en ausencia de los padres, por ejemplo, con la canguro o la abuela.
  • Si le explicamos adónde vamos a ir y qué haremos le tranquilizaremos en alguna medida. También hay que decirle cuándo volveremos: «Para darte de cenar» o «cuando estés dormido, y mañana te despertaremos como cada día».
  • No prolongar la despedida. Es conveniente seguir un ritual: un beso, decir adiós... Si eternizamos la despedida, parecerá que es para siempre.
  • Seamos muy cariñosos en el reencuentro, contémosle qué hemos hecho, lo mucho que nos hemos acordado de él... Si está enfadado por la ausencia, seamos comprensivos.

Mi bebé ya sabe trepar, ¡socorro!

Niño de un año trepando a un cuboUna vez descubra que se puede desplazar hacia adelante, el niño querrá comprobar si puede moverse también hacia arriba. Para ellos es solo un juego, pero trepar supone un gran avance en su evolución.

Eso sí, con un año, los peques no tienen miedo y no son conscientes del peligro, así que a los padres les toca extremar la vigilancia.

Respetar su ritmo

Los niños suelen empezar a desarrollar la capacidad de trepar a partir del primer año, incluso sin saber andar primero.

Los expertos en psicomotricidad infantil aseguran que cuanto más tiempo pase un niño en el suelo, antes aprenderá a trepar. Un bebé que está siempre acostado o sentado en la sillita tarda más en aprender a sentarse solo, gatear y caminar.

Por otro lado, si se fuerza al bebé a ponerse de pie o caminar cuando aún no está preparado, se puede retrasar su evolución.

Facilitar la escalada

¿Qué hacer cuando el niño insiste una y otra vez en subirse al puf del salón? Pues dejar que lo intente él solo, siempre que el lugar sea seguro y le estemos vigilando. Los niños aprenden a base de repetir la misma acción.

Cuando llega arriba se plantea otro reto muy interesante: bajar. Seguramente llegará a la conclusión de que es mejor volver por donde ha subido. No temamos: los bebés son pequeños, pero no tontos. Nuestro hijo no se tirará en plancha al suelo y, si no ve la posibilidad de bajar con seguridad, llorará para que le ayudemos.

Cuando consiga hacer él solo el recorrido completo habrá adquirido una nueva habilidad que le producirá una gran satisfacción y le hará más autosuficiente.

Hay que motivarle

Que el pequeño se lance o no a trepar depende de su propia evolución, pero también de la actitud de sus padres.

Si somos demasiado protectores y cada vez que el niño intenta trepar le lanzamos mensajes negativos como: «¡Cuidado!, ¡ahí no te subas!, ¡te vas a caer!», se sentirá atemorizado e inseguro y probablemente se acabará cayendo.

Es mucho más positivo darle ánimos y potenciar su deseo de jugar y moverse, haciéndole saber que papá y mamá siempre estarán a su lado para que no le pase nada malo.

Seguridad en casa para pequeños trepadores

La casa debe adaptarse a la nueva etapa de nuestro hijo para evitar peligros. No podemos prescindir de los sofás y las estanterías, así que la vigilancia tiene que ser exhaustiva, aunque nunca represiva. No pasa nada porque trate de subirse al sillón, pero siempre con nosotros al lado.

  • Evita tener muebles de pequeña altura cerca de armarios y estanterías.
  • Aleja de la ventana la cuna, las sillas, las mesas y el cambiador.
  • Baja el somier de la cuna al máximo y asegúrate de que no puede plegar la barandilla y trepar por ella con facilidad.
  • Confirma que todos los muebles a los que pueda subirse el niño (el mueble de la tele, un escritorio, un sillón) no sean fáciles de tumbar o de desplazarse si se agarra o se sube a ellos.
  • Sujeta a la pared los muebles o estanterías que el niño pueda trepar para evitar que se desplomen sobre él.
  • Asegura bien las ventanas para que no pueda abrirlas y no le dejes nunca solo en la terraza.
  • Evita colocar adornos, juguetes u objetos llamativos en las estanterías o repisas y cerca de las ventanas.
  • No dejes a su alcance cubiertos, vasos, sartenes o cacerolas calientes con comida o fuegos encendidos, por si en un descuido se escapa a la cocina.
  • Coloca telas protectoras en los barrotes de las barandillas y los balcones si están muy separados, para evitar que el bebé se cuele por ellos.

Niño pequeño trepando a una casita Respetar los espacios

Desde que nace, el niño comienza un aprendizaje global para adaptarse al mundo en el que es decisiva la educación de sus padres y cuidadores.

Por eso desde muy pequeño conviene ir enseñándole lo que está bien y lo que está mal, poner unos límites, aunque al principio le cueste entenderlo.

Aunque necesite correr, trepar y explorar, también conviene enseñarle a respetar los espacios.

Por ejemplo, podemos decirle que puede jugar libremente en su cuarto, en el pasillo, e incluso, si nos parece bien, en el salón (una vez adaptado), pero que no puede entrar en el baño, en el cuarto de estudio de sus hermanos o en la cocina. Así matamos dos pájaros de un tiro: le enseñamos a respetar los espacios de los demás y evitamos posibles peligros.

Seguridad en la calle

  • Llévale bien sujeto en el silla de paseo. Así no podrá trepar con facilidad por el respaldo y caerse.
  • En el parque, asegúrate de que los columpios, toboganes, etc. son seguros, de que no tienen nada suelto, roto ni oxidado y de que las partes más elevadas cuentan con barandillas protectoras.
  • Evita que se suba a juegos altos.
  • Si en el parque al que vamos hay niños mucho mayores que nuestro hijo, es mejor irse a otro.

Ha dicho ma-má

A esta edad va a tener lugar un hito importantísimo: ¡empieza a hablar!

Un día el bebé quiere decir una palabra, y dice justo esa palabra. Lenta, clara, solemne... Sin duda, empieza a disfrutar un segundo antes de la reacción que se avecina. Ha comprobado cómo, hasta ese momento y a raíz de su balbuceo, los miembros de la familia se emocionan, aplauden, juran y perjuran que ha dicho «¡papá, mamá, teta!».

Ha tenido un gran éxito durante los interminables ensayos. En ellos ha alargado las vocales hasta el infinito para ver hasta dónde llegaban («aaaaaaaaaaaaaaaa»), ha comprobado el efecto de poner los labios así o asá («gu-gu pa-pa-pa-pa»), y lo ha repetido sin descanso si la combinación ejercía efecto en los presentes. Pero aún no estaba queriendo decir nada.

Alrededor del año los niños dicen su primera palabra con sentido pero, sobre todo, su primera palabra intencional: han dicho justo lo que querían decir. El regocijo es enorme. Antes de llegar a ser palabra, «agua» fue una sensación fresquita en la boca. Luego Carlos la vio, la tocó y se mojó, intentó coger un vaso y se le derramó.

Antes de ser palabra, «papá» fue unos brazos enormes que lo acunaron. Luego Carlos pudo ver esos brazos y todo lo demás, pudo tocarlo, olerlo, morderlo.

En la base del lenguaje está el contacto con la realidad. Los niños necesitan tocar la realidad con todos los sentidos antes de ser capaces de emitir esa abstracción que es la palabra. Un bebé que pasa muchas horas delante de la tele (artefacto que, paradójicamente, emite palabras y palabras) puede sufrir un retraso considerable en la adquisición del lenguaje. Se pierde lo más importante: el contacto con la realidad y alguien con quien compartirla.

Recién nacido

La primera forma de expresión es el llanto, disponible en cualquier versión y formato desde el primer segundo de vida. Durante las seis primeras semanas será la única herramienta del bebé para localizarnos, quejarse, pedir, avisar... Y es importante que funcione.

6 y 12 semanas

Aparece y se perfecciona la sonrisa, otra potente herramienta expresiva. Si ya había comprobado nuestra respuesta a su llanto, ahora conocerá la respuesta a la sonrisa.

A los tres meses

Su llanto se ha perfeccionado una barbaridad, tiene distintos ritmos y tonalidades según la causa. Es la época en la que la madre es capaz de saber «qué le pasa» por el tono y la urgencia. Pero, además, a los tres meses ya ensaya gorgoritos y vocales: «ooooooooo» dice Paula a menudo, divertida. Sabe que habrá eco.

Hacia los seis meses

Es la etapa del balbuceo. Ya habrá empezado a mezclar vocales y consonantes y a repetir la sílaba resultante: «papa- pa-pa», «ti-ti-ti-ti»... Perfeccionará la técnica dotando a sus balbuceos de diferentes tonillos. Entre los seis y los ocho meses tiene lugar otro hito: comienza a mostrar gran interés por todo lo que hablamos. Se para, escucha, observa, intenta repetir sonidos... Y aprende a establecer turnos de palabra. «Aiaiaia», dice José. Y calla, esperando la respuesta de su madre. «Claro, te vas a quedar limpio, limpio», arguye ella y calla, para dejarle el espacio necesario. «Aaaaaatatata», concluye el pequeño.

A los diez meses

La imitación de nuestra forma de hablar es muy divertida. Intercala sílabas diferentes, como «taca» o «tipi», cuenta con un amplio repertorio de tonos y se ayuda del lenguaje gestual: «adiós» con la mano, «no» con la cabeza, para reforzar su mensaje. Tiene muy claro lo que quiere decir. Hasta que por fin lo dice.

Hacia los doce meses

Ahora sí dice su primera palabra intencional, casi siempre para denominar algo: puede señalarlo con su dedo o mirarlo y nombrarlo. «Papá», se estrenó Yolanda. Al principio su interés se centra en definir objetos y personas, pero pronto se da cuenta de que puede tener otros fines, como pedir cosas: «Dame», es otra de las primeras palabras.

12 / 18 meses

Entra en el periodo de la palabra-frase, es decir: se resume en una sola palabra el contenido de una frase. Si dice «papá» señalando una pera, no se ha confundido. Está diciendo: «Papá, dame la pera».

18 meses / 2 años

Las frases pueden ser de dos, tres, cuatro palabras. Por supuesto, estarán compuestas por palabras clave: sustantivos, adjetivos y verbos. Nunca malgastará fuerzas con un «la» o un «en». Se trata de un lenguaje casi telegráfico y económico, pero con el que podrá comunicarse perfectamente. Hace combinaciones como: «¡Nene tonto!», en referencia a otro, «dame agua» o «guta parque».

2 / 3 años

Su vocabulario se amplia considerablemente, entre 50 y 250 palabras. Es capaz de conjugar sencillos tiempos verbales, añade nexos (y, o) y sus frases son cada vez más largas.

3 / 4 años

Desarrolla un lenguaje muy parecido al del adulto: 500, 1.500 palabras denotan su cada vez mayor facilidad para adquirir vocabulario. Aparecerán las preguntas, sobre todo el dichoso «por qué». Ha descubierto que, además de poder influir en la conducta de mamá, pedir cosas y expresar lo que siente, con el lenguaje puede conseguir otra cosa: desentrañar esos grandes misterios de la realidad a los que, hasta ahora, solo accedía a través de la trabajosa experimentación.

Cómo ayudarle

Nuestro hijo quiere comunicarse con nosotros. Podemos facilitarle las cosas.

● Dejarle espacio para la iniciativa. Cuando intente decirnos algo, no adelantarnos: «¿La mesa, la silla, el plato, la cuchara?», pregunta sin descanso el padre de Héctor cuando este señala hacia la mesa e intenta decir algo. Cuando Laura señala la manzana su mamá no debería apresurarse a dársela. Si le deja tiempo, Laura hará el esfuerzo y dirá «nana» o «mame».

● Respetar los silencios, porque si le hablamos sin parar no desarrollará los turnos de palabra, y además podemos crearle mucha ansiedad. Cuando alguien se acerca a él y le pregunta: «¿Qué te han traído los Reyes?», no debemos responder en su lugar. Si no responde, respetemos su silencio, y si dice cualquier cosa, ahí queda.

● Ajustar el lenguaje cuando nos dirigimos a él: eso no quiere decir, ni mucho menos, que le hablemos como si no se enterara. Pero sí podemos escoger frases de estructura y vocabulario más sencillo. Cuando hablemos con los demás, utilizaremos el lenguaje habitual, aunque él esté delante.
Fácil

Las vocales son lo primero que aprenden, y suelen aparecer por este orden:
A I U E O
Después, empiezan a mezclarlas con sus primeras consonantes:
La P («pa-pa-pa», dirá el pequeño, y pensaremos que está diciendo «papá»).
La G («gugugu»; «agua» es una de sus primeras palabras).
Y la B («bubu», «bababa », nos contará).


● Hacer correcciones indirectas, es decir: si dice «guau» por perro, confirmar: «Sí, es un perro». No debemos corregirle nunca directamente, ni intentar que repita las cosas como las decimos. Nosotros le ofrecemos ejemplos y ellos los copian, pero cada uno a su propio ritmo.

● Aplicar la «expansión»: cuando aún dice frases de una o dos palabras, añadir siempre al menos una más. «Papá », dice Javi. «Qué alto es papá », corrobora mamá. «Guau core», afirma luego el pequeño. «Sí, el perro corre rápido». Podemos hacer más o menos hincapié en algunas palabras.

● Valorar todos sus logros muy positivamente.

● Crear preguntas de elección: «¿Quieres jugar al puzle o a los animales?», para ayudarle a nombrar las cosas. Está claro que para que adquiera la estructura de la pregunta hay que hacerle preguntas.

● Cantar con ellos: les resulta más sencillo recordar las palabras ligadas a un ritmo musical, sobre todo porque se divierten. Y a esta edad solo aprenden lo que necesitan, les gusta o divierte. Si aún no han empezado a hablar, las canciones infantiles están cargadas de onomatopeyas («en el coche de papá...») que repiten encantados.

● Adecuar el entorno, dejarles espacio para jugar, cogerlo todo y dar rienda suelta a su iniciativa. El desarrollo de la psicomotricidad les ayudará a la adquisición del lenguaje.

● Contarle cuentos.

Imprescindible

No ha sido casualidad que nuestro hijo haya llegado hasta su primera palabra, y después más y más... Si ha hablado es que nosotros hemos hablado antes con él. Cuando el niño intenta comunicarse y no hay respuesta, disminuye su deseo de comunicarse con el mundo; tendrá dificultades para aprender a hablar. Lo que le empuja a adquirir el lenguaje es el deseo de hablar con nosotros. Así, en apenas un año, ese pequeño llorón será capaz de hablar, una habilidad que a nuestra especie le costó adquirir cientos de millones de años.
Difícil

Las más difíciles son, sin duda, las consonantes dobles:
La tr («papajando», responde Marina cuando le preguntan dónde está su padre).
Y la dr (su amigo Pedro puede ser «Perrrro» hasta bien entrados los 6 ó 7 años).
También les puede costar la S al principio de la sílaba (suelen hacer una mezcla entre la S y la Z muy característica del habla infantil).

Cuándo acudir a un especialista

La adquisición del lenguaje depende de la estimulación que recibe y de la madurez de cada bebé, así que cada niño sigue su propio ritmo. De todas formas, hay algunas cuestiones que nos pueden alertar acerca de la necesidad de consultar con un especialista:

● Si a los 18 meses todavía no ha dicho ninguna palabra, podemos consultar con un logopeda. Puede deberse a una falta de estimulación, pero también puede haber algún problema de audición. Con esta visita descartaremos cuestiones más graves, como el autismo, por ejemplo.

● Si a los tres años no dice aún frases de al menos dos palabras, o su vocabulario nos parece muy escaso (a esta edad suelen saber entre 50 y 250 palabras), también es aconsejable consultar con un profesional que nos ayude.

● Si a los cinco años emite muchos sonidos trastocados (la g por la b, por ejemplo), también conviene que acudamos a un logopeda. Puede que no haya identificado y «ensayado » suficientemente algunas consonantes (las más difíciles, normalmente) y por lo tanto no sabe emitirlas. Es bueno acudir al logopeda antes de que empiece a leer.

fuente

Sus primeras palabras


Niño jugando con papá La evolución del lenguaje de los niños es un proceso muy importante en el que los padres podemos participar. Cada niño progresa de forma diferente y nosotros tenemos que ayudarles en su aprendizaje.


Cerca de los tres o cuatro meses, el bebé empieza un balbuceo que coincide con su primera gran sonrisa. Entre los seis y ocho meses el niño imita lo que oye y reproduce monosílabos, pero todavía no dice palabras. Con un año, los niños comienzan a decir sus primeras palabras. Te proponemos algunos trucos para facilitar y estimular el aprendizaje de tu hijo.

Trucos para estimularle a aprender

  • Háblale despacio y de modo expresivo, mirándole con cariño a la cara. Con las diferentes inflexiones de la voz le transmitimos información sobre el mundo y nuestros sentimientos hacia él.
  • Utiliza una palabra familiar en diferentes oraciones. Es una buena técnica para ayudarle a asociar objetos con sus nombres.
  • Señala la identidad de quien posee los objetos. Además de enseñarle a nombrar cosas, personas o situaciones, debe aprender poco a poco a relacionar esas entidades entre sí. Así su lenguaje abarcará más conceptos.
  • Pon música de ritmo marcado y estribillos repetitivos y canta con él. Es un gran juego, igual que leerle cuentos sencillos y dejar que él termine algunas palabras.
  • Haz partícipe a tu hijo de las conversaciones de la familia. Es importante hablarle aunque no entienda todo lo que está sucediendo. Los niños saben mucho más de lo que los adultos creemos, comprenden las cosas antes de que sepan decirlas. Mucha gente no sabe que algunos de los posibles retrasos en el lenguaje de los niños pequeños tienen que ver con una situación de exclusión en las conversaciones.
  • Juega a esconder y encontrar objetos.
  • Aunque suene gracioso oír al niño hablar con su lengua de trapo, no le respondas de manera infantil. Con eso sólo lograrás que tarde bastante en darse cuenta de su error. Cuando diga una palabra mal debes enseñarle la forma en que se dice correctamente. Sólo así irá aprendiendo.

Fórmulas para que no pegue a otros niños

Niños peleando Al cumplir un año, muchos niños comienzan a pegar. Como los pequeños aún no puede expresarse con palabras, usan la fuerza para hacer valer sus derechos.


Estas muestras tempranas de agresividad irán desapareciendo a medida que aprenda a hablar. Pero, hasta entonces, los niños deben utilizar otra forma de mostrar su enfado o su desacuerdo. ¿Cómo debemos reaccionar cuando nuestro hijo pega a otro niño? Descubre algunas fórmulas para que el pequeño deje de lado esa mala costumbre.


Da ejemplo

Darle en la manita o en el pañal cuando arremete contra otro niño es contraproducente porque le llegan dos mensajes contradictorios: no se agrede a los demás, pero mis padres sí lo hacen conmigo.

Elogia su buen comportamiento

Igual que le llamas la atención cuando pega, debes subrayar su buen comportamiento: los elogios le estimulan y le ayudan a diferenciar lo que está bien de lo que está mal.

Fija límites

Desde pequeñitos, los niños deben aprender que los problemas se pueden solucionar hablando. Es bueno explicarle qué hace mal con frases sencillas como «haces daño» o «no se pega». Quizá tarde aún unos meses en comprender su significado, pero sí entiende que no apruebas su actuación.

No le descalifiques

Evita decirle frases del tipo «eres muy malo» o «ya no te quiero», porque cualquier niño de su edad necesita el amor incondicional de sus padres. Si se siente avergonzado, es muy probable que aumente su enfado y no quiera colaborar.

Distrae su atención

Sin tenerle aislado, conviene retirarle del conflicto y animarle a cambiar de juego. Es muy probable que olvide rápidamente el motivo de su disgusto y se entusiasme con la nueva actividad.

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Disciplina desde pequeñitos

La incesante actividad de un niño de un año, aunque a veces resulte molesta, es muy valiosa para su desarrollo y debemos potenciarla. Eso sí, necesitan que comencemos a educarles en lo que estáBebé desordenando un mueble permitido y lo que no.


Los niños de un año quieren experimentar con los objetos, sus cualidades físicas y sus mecanismos. Es la conducta exploratoria, importantísima en esta etapa. Todo llama su atención y, como ya son capaces de desplazarse, van a por ello.

Quieren poner a prueba sus nuevas habilidades y afirmar su independencia. Por eso, en solo un rato pueden vaciar tres cajones, desparramar por el suelo la colección de CD y desenrollar dos rollos de papel higiénico. No queda más remedio que imponer cierta disciplina.


El problema es que todavía les cuesta entender el lenguaje, incluso las explicaciones más sencillas. Además, aún no saben prever las reacciones de los demás ni comprenden sus anhelos. Y, por si fuera poco, les resulta muy difícil inhibir o retrasar la satisfacción de sus deseos.

Seguridad y firmeza

Hay que acondicionar la casa para evitar accidentes: proteger alturas y enchufes, dejar los objetos delicados o peligrosos y los productos tóxicos fuera de su alcance... Aún así, es imposible mantener al bebé alejado de todo lo que no debe tocar.

Lo mejor es adoptar algunas tácticas:

• Cuando el niño esté a punto de hacer algo inconveniente, habrá que decirle «no, no» rotunda y claramente.

• Al tiempo que decimos «no», debemos retirar el objeto o al niño.

• Si insiste, lo mejor es sacarlo de la habitación, sin asustarnos si estalla en una rabieta.

• Hay que hacer todo esto sin enfadarse. El pequeño aprende mejor si guardamos la calma.

• No hay que darle nunca azotes ni manotazos.


Buscar alternativas

No vale de nada un discurso lleno de prohibiciones ni amenazas, entrar en explicaciones ni hablarle como a un igual. Lo importante cuando queremos prohibir algo es evitar toda posibilidad de desafío. Se consigue con una actitud firme pero diplomática, y con astucia.


A esta edad los niños son fáciles de distraer. Cuando se encandilan con un objeto suele ser suficiente con darles otro igual de atractivo para desviar su atención. Pero si esto no basta y se enrabietan, guardemos la calma: se les pasará pronto.

Hemos de tener paciencia: lo importante no es que tarden en aprender (necesitan su tiempo), sino que finalmente lo hagan.

Trucos efectivos

Actúa con tranquilidad y firmeza. El tono y el gesto han de indicar claramente que "eso" no se hace. Retira el objeto o llévate al niño, pero sin entrar en batallas.

Sé constante. El niño no sabrá a qué atenerse si unas veces corriges un comportamiento, otras lo ignoras y otras te ríes.

Elogia sus progresos. Es un potente combustible para aprender.

Déjale espacio para moverse y cosas para manipular: juguetes, trapos de colores, cajas de cartón, cacharros de cocina... Utensilios que no le lastimen y le ayuden a descubrir.

Si aporrea los muebles, proporciónale un tambor, una caja metálica, cacerolas...

Si se dedica a tocar el equipo de música, dile sin gritar que el equipo no se toca y sácale del cuarto. Coloca el aparato en un sitio más alto para que no vuelva a tocarlo.
Si golpea a otro niño, retíralo y repítele que no se pega. Y elogia su comprotamiento cuando vuelva a portarse amistosamente (pero sin perderle de vista).


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¿Por qué se comporta así mi hijo?

Niño jugando Con un año los niños empiezan a actuar por sí mismos. El problema es que hacen y dicen cosas desconcertantes, o por lo menos eso nos parece a nosotros, los adultos que velamos por su seguridad y felicidad.



Porque, a ver, ¿qué encanto encuentra en tirar la cuchara al suelo 30 veces en dos minutos? ¿Por qué le da por desnudarse en los momentos más inoportunos? Puede que parezcan misterios sin resolver, pero todo tiene un porqué y conocerlo nos ayudará a saber cómo actuar.



El tiempo de mis papás es mío

En casa de Andrés es frecuente oír sus pataletas. Cada vez que mamá está leyendo o haciendo algo que requiere concentración y que papá sale al jardín a podar los setos o cualquier otra actividad que necesite hacer solo, él empieza a llamar la atención. ¿Quiere el 100% de su tiempo?

  • Por qué lo hace: No hay nada anormal en que los niños quieran ser el centro de atención. Lo malo es que lo consigan a través del chantaje. Según los psicólogos, esto suele ocurrir más a menudo cuando la rabieta les ha resultado rentable: la repetirán hasta que consigan su objetivo.
  • Cómo actuar: Ceder al chantaje, aunque resulte tentador en ocasiones, no hace más que reforzarle la idea de que, cuando quiera algo, no tendrá más que chillar y llorar si escucha un no por respuesta. Hay que demostrarle con hechos que, para conseguir lo que quiere, no hace falta llorar y que son papá y mamá los que deciden si se lo conceden y cuándo.


¡Ropa fuera!

Raquel, de 20 meses, parece encantada con su vestido nuevo. Pero en cuanto sus padres se dan la vuelta, le falta tiempo para levantárselo e intentar quitárselo. Da igual que esté en el parque, en la guardería o en casa. Parece que le gusta el exhibicionismo, público y privado.

  • Por qué lo hace: Probablemente no haya una razón oculta para este comportamiento, actúa así porque se encuentra más cómoda desnuda, la ropa le estorba.
  • Cómo actuar: Comprueba si el vestido le queda estrecho o los zapatos le rozan. Descartado este punto, explícale en qué consiste el pudor, aunque no con esa palabra. Aún no lo entenderá, pero poco a poco hay que hacerle ver que los demás niños no van desnudos por sus casas ni por la calle, igual que papá y mamá siempre llevan ropa.


¿Me montas en el carrito? Me las arreglo para bajarme

María tiene 20 meses y una habilidad especial para quitarse el cinturón de seguridad del carrito y deslizarse hasta bajarse sola. Una vez en tierra, se lanza a la carretera. ¿Qué pretende?

  • Por qué lo hace: Le gusta más andar que ir sentada y todavía no tiene conciencia del peligro. No es que intente sacar a mamá o a papá de sus casillas lanzándose a la calle, es que no entiende por qué no debe hacerlo.
  • Cómo actuar: Lo mejor es tardar un poco más en llegar a los sitios, pero hacerlo caminando. No está de más llevar también el carrito porque llegará un momento en el que se cansará. En cuanto al peligro de cruzar por donde quiera y cuando quiera, no queda otra opción que la vigilancia. Además, hay que decirle que hay unas normas que, de no cumplirse, pueden provocarle muchos problemas.


¿Y si hago una escapadita yo solito a la calle?

Mario tiene 23 meses. Ayer sus padres lo encontraron a las siete de la mañana intentando abrir la puerta de casa para salir a la calle. No era la primera vez. Hace una semana un vecino lo encontró en el ascensor. Fue cuando empezaron a cerrar con llave. ¿Es que quiere escaparse de casa?

  • Por qué lo hace: Tiene muchas ganas de salir al exterior para ir al parque a jugar. Y, por supuesto, quiere hacerlo en ese momento, sea la hora que sea y tenga o no a su lado un acompañante adulto.
  • Cómo actuar: Además de la medida lógica, la de cerrar la puerta con llave, explícale que hay cosas que no puede hacer solo, por el peligro que conllevan. Igual que todavía no puede conducir el coche de papá, cosa que hará cuando sea mayor, aún no es posible que salga a la calle sin sus padres. Puede perderse y que papá y mamá no lo encuentren, caerse y hacerse daño.


El juego de tirar la cuchara

Rubén tiene 16 meses. A la hora de comer, mamá lo sienta a la mesa y él coge la cuchara y la tira al suelo. Mamá la recoge, la pone en su sitio y... vuelta a empezar. ¿Duración del nuevo entretenimiento? Lo que mamá tarde en cansarse y quitarla de la mesa definitivamente.

  • Por qué lo hace: Para ir aprendiendo las distancias, para ubicarse en el espacio y porque está ensayando sus capacidades. Si se trata de un bebé algo mayor, de más de 18 meses, la razón podría ser otra: medir al adulto y comprobar qué control tiene sobre él. ¿Cuánto aguantará?
  • Cómo actuar: Según los psicólogos, la opción de los padres será explicarle que la cuchara es para comer y no se usa como objeto arrojadizo. Además, tendrán que intentar distraer su atención con otra cosa. En caso de que esté midiendo al adulto, una posibilidad es decirle que, si la tira, mamá o papá no van a recogerla. Además, las cosas del suelo no se utilizan para comer, así que si la vuelve a arrojar, ¿cómo comerá su plato preferido?


¿Por qué comerme el sándwich a mordiscos si me cabe entero en la boca?

A sus 22 meses, Alejandro ha decidido innovar a la hora de merendar: ahora se mete el sándwich entero en la boca en lugar de comérselo a mordiscos. Le cabe... así que, ¿por qué no?

  • Por qué lo hace: Aunque podamos creer que lo que le pasa es que está hambriento, posiblemente le ocurra lo contrario: no le interesa comer en ese momento y quiere acabar cuanto antes para seguir con lo que estaba haciendo. O, simplemente, está explorando las posibilidades de su boca... y las del sándwich.
  • Cómo actuar: Una opción es explicarle que así no puede comer porque es posible que le siente mal y entonces no podrá seguir jugando. Pero, además, habrá que enseñarle las normas a la hora de comer, con mucha paciencia y dando ejemplo.

¿Hay que reñir al niño cuando rompe las cosas?

Niño jugando con discos Con un año, los niños tienen muchas ganas de descubrir el mundo que les rodea. Cuando destrozan algo, no lo hacen por maldad, sino porque quieren comprender cómo funcionan las cosas y se lo toman como un juego.


Siempre intentan experimentar con los objetos para saber todo lo que se puede hacer con ellos. Si el pequeño rompe el periódico, es porque le gusta observar cómo se rasgan las hojas; si tira los CD, es porque para él tienen el mismo valor que sus propios juguetes, que puede esparcir por el suelo sin que nadie le regañe.

Los pequeños quieren poner a prueba sus nuevas habilidades y afirmar su independencia. Sin embargo, no queda más remedio que imponer cierta disciplina. Pero, ¿cómo enseñarles a cuidar los objetos que les rodean?

Consejos para corregirles

  • A esta edad, el concepto de desorden no existe y, por ello, debes ofrecerle alternativas que le permitan experimentar a sus anchas, por ejemplo puedes ofrecerle papeles viejos en lugar del periódico del día para que el niño juegue con ellos.
  • Si en algún momento hace un gran estropicio y es necesario apartarle del lugar, tal vez coja una rabieta. En ese caso, lo mejor es utilizar estrategias disuasorias: distraer su atención con un juego, enseñarle un juguete...
  • Castigarle no es adecuado porque un niño de un año es demasiado pequeño para entender a qué se debe la sanción.
  • Lo más práctico es disponer el entorno de forma prudente: si tienes mucho aprecio por los adornos de la estantería, retíralos hasta que el niño comprenda que son valiosos y que no debe tirarlos al suelo.

Sobreproteger al niño: errores frecuentes


Bebé jugando en una caja Los padres tratamos a nuestros hijos como si fueran débiles, pero en realidad son mucho más fuertes de lo que parecen. Muchas veces tenemos miedo de que, en su afán por explorar el mundo, se hagan daño.



Con un año, los pequeños empiezan a ser independientes y a investigar todo lo que les rodea: tocan, chupan y huelen cualquier objeto que se encuentran. Los padres pensamos que su comportamiento es peligroso y, a veces, sobreprotegemos a los niños pensando que así estarán mejor cuidados. ¡Evita cometer estos errores y deja que tu pequeño disfrute con sus descubrimientos!



Higiene: ¿baño todos los días?


  • Error: La higiene es importante, pero no hay que caer en la obsesión. Para muchos, el baño diario forma parte del ritual de irse a dormir y es su ratito de relajación y juego con sus padres. En ese caso debemos mantenerlo.
  • Un niño de un año, a no ser que venga del parque rebozado en arena de los pies a la cabeza, no necesita ir a la bañera a diario. Mientras su culete esté limpio tras los cambios de pañal y se lave bien las manos antes de comer y al irse a dormir, el baño puede alternarse como mejor nos venga.


Abrigarle mucho

  • Error: Es uno de los errores que los padres comentemos con más frecuencia, sobre todo por miedo a que se resfríen. Los pediatras lo dejan muy claro: un catarro se coge por contagio, no por pasar frío. Cuando un bebé se desarropa durmiendo es porque tiene calor.


Correr a levantarle si se cae

  • Error: Los padres lo pasamos muy mal cuando vemos a nuestro pequeño caerse al suelo. Es normal que queramos proteger a nuestro hijo y que tengamos miedo a que se haga daño. Pero no hay que sobreproteger al bebé ni limitar su campo de actuación.
  • Los niños necesitan que estemos alerta, pero sin ponerle límites a todo lo que vayan a hacer. Es mejor que sientan que se valen por su cuenta y que no tengan la sensación constante de que todo lo que van a hacer es peligroso.

¿Cómo ayudarle a superar obstáculos?

  • Dejándole ensayar y permitiéndole fallar.
  • Aprender significa equivocarse una y otra vez.
  • Cuando unos padres animan a su hijo a superar los errores, le están transmitiendo la idea de que puede alcanzar sus metas.
  • Los refuerzos positivos le permiten seguir adelante.


Evitar los juegos movidos

  • Error: Hacerle girar cogiéndole de los brazos, llevarle a caballito o ponerle a volar como si fuera un avión pueden parecer juegos peligrosos porque el niño se puede hacer daño. Sin embargo, a él le encantan y, además, favorecen su desarrollo cognitivo: con cada vuelta o balanceo, las células nerviosas se multiplican y se van conectando entre sí. Estos juegos también potencian la coordinación entre sus sentidos y el sistema motor y estimulan su sentido del equilibrio.


Usar cualquier medio para que coman

  • Error: Esta etapa suele coincidir con la introducción de una dieta más variada y con alimentos menos triturados y a la mayoría les cuesta un poquito acostumbrarse. Por eso, muchos padres se agobian porque su bebé, que hasta ahora era un glotón, en unas semanas «ha dejado de comer».
  • Los niños saben lo que tienen que comer y cuánta cantidad, y si mantienen la actividad propia de esta edad y están alegres significa que están sanos y no les hace falta comer más.
  • A partir de los doce meses los niños comen menos porque crecen a un ritmo mucho más lento que cuando eran lactantes y sus necesidades nutricionales también son menores.


No llevarle a la guardería por miedo a que enferme

  • Error: Cuando un niño va a la guardería, es porque sus padres trabajan y no pueden tenerlo en casa. También pueden contratar a una canguro o cuidarlo los abuelos para que, al no ir a la guarde, estén a salvo de contagios y enfermedades. Llevarlo a la guardería tiene el riesgo más que probable de que se pongan malitos con mucha más frecuencia, sobre todo el primer año. Pero no nos engañemos: quedándose en casa también se ponen malos.
  • No es aconsejable mantener al niño dentro de una burbuja de cristal para evitarle enfermedades e infecciones que son absolutamente normales a su edad y van fortaleciendo su sistema inmunitario.
  • Al retrasar su incorporación al mundo real, los pequeños no mantienen contacto con otros niños y, por tanto, retrasamos su socialización.


Dejarle en casa cuando salimos

  • Error: Desde que el bebé nace es mucho más difícil hacer cosas que antes nos parecían normales, como salir a comer o quedar con los amigos para tomar un café. Los primeros meses estamos sujetos más que nunca a sus horarios de comida y sueño, pero con un año ya podemos llevar al pequeño con nosotros. Algunos niños necesitarán que les llevemos la comida preparada de casa, que nos pueden calentar sin problemas en cualquier restaurante, pero muchos otros ya podrán comer lo que ofrece la carta. Eso sí, asegúrate de que en el establecimiento no se fuma y no hay un ambiente demasiado ruidoso para que el niño no se ponga nervioso.

Cómo estimular su memoria


Niño buscando un juguete bajo la mesa A partir del año de vida la capacidad de recordar evoluciona de manera imparable. Existen algunas técnicas, como la repetición, que ayudan al bebé a ejercitar los diferentes tipos de memoria.


Ciertas funciones mentales, como la memoria, tienen una aparición más temprana y más viva de lo que solemos suponer. En realidad, los niños tienen recuerdos ya antes de cumplir un año. Para entenderlo, hay que distinguir diferentes tipos de memoria.



Memoria de reconocimiento

Los bebés reconocen rostros, y también objetos y situaciones. Por eso hacia el octavo mes surge el temor a las personas extrañas, a las que no reconocen. Se trata de la llamada «memoria de reconocimiento», que consiste en reconocer cosas que ya se han visto antes.


Memoria de evocación

Supone un paso más y aparece más tarde. Consiste en ser capaz de recordar cosas que están totalmente ausentes.
  • A los diez meses un bebé ya puede encontrar un objeto escondido segundos antes.
  • Es después de cumplir un año cuando el niño puede encontrar cosas que no ha visto desde hace un buen rato, incluso días.
  • Y sobre todo la aparición del lenguaje hace posible que, al nombrarlas, puedan evocarse cosas que no están a la vista. Se está consolidando la capacidad de simbolización, que es característica del ser humano y hace posible nuestro desarrollo intelectual y cultural.

    ¿Cómo fomentarla?

    Entre el primer y el segundo cumpleaños la memoria progresa veloz.
    Se sabe que la memoria que los niños desarrollan en esta edad tan temprana muestra una relación con sus niveles de inteligencia y lenguaje a edades algo mayores.
    Si practicamos con el niño (sin llegar a agobiarle) juegos y situaciones que la fomenten, le estamos proporcionando una valiosa estimulación que no recibirá en cambio si se lo damos todo hecho y no le permitimos ejercitar su mente.

    Algunos ejemplos:

  • Podemos esconder un juguete atractivo debajo de un cojín o sofá y pedir al niño que empiece a buscarlo cuando suene la campana. En los pocos minutos que transcurran hasta que la encuentre, intenta distraer al niño con juegos y conversaciones. Comprobaremos cómo el niño interrumpe el juego o la charla cada poco para hablar del juguete y señalar donde está escondido. Es su estrategia para recordar y no olvidarse.
  • Pongamos tres objetos en el suelo y cubramos cada uno con un paño. Preguntemos al niño qué hay debajo de cada trapo antes de levantarlo. Si aún habla poco, nombrémosle nosotros el objeto que debe buscar y comprobemos si acierta.


Memoria de imitación


  • A los nueve meses un bebé puede imitar acciones adultas nada más presenciarlas, como pulsar un botón para que suene un timbre.
  • A partir del primer cumpleaños los niños pueden imitar las acciones que han visto incluso después de pasados varios días. Estas actividades de imitación tienen que ver con la memoria y a la vez son los primeros juegos de tipo simbólico, es decir, juegos en los que se simulan actividades. Y tanto el lenguaje como el juego están muy relacionados con la capacidad de evocar: la memoria.



Niña con un juego de encajar Memoria autobiográfica

En torno al segundo cumpleaños los niños empiezan a usar la palabra «yo», se sitúan a sí mismos en los hechos que recuerdan y crean narraciones que son trozos de su propia vida.

¿Cómo fomentarla?

  • Es un buen momento para hablar con nuestro hijo sobre las cosas que le pasan cada día. Así fortalecemos la noción de que es una persona única con unas experiencias únicas.
  • También podemos hablarle de las cosas que le pertenecen pero no están presentes o incluso pueden estar lejos, como los familiares. «¿Te acuerdas cuando estuvimos en casa de los abuelos? Era Navidad. ¿Qué hicimos?». Puede que el niño recuerde, o puede que no; quizás responda, o quizás no. En cualquier caso, sin presionarle pero sin renunciar a mantener estas conversaciones, estamos estimulando su capacidad de recordar y de tener recuerdos propios e importantes.
  • Las fotos y los vídeos de los parientes son muy útiles en estas charlas, y alimentan la memoria visual.
  • También estimulamos la memoria auditiva si ponemos al niño al teléfono cuando hablamos con los familiares. Mostrarle al mismo tiempo sus fotos le ayudará a saber con quién está hablando.
  • Si el niño recibe regalos de esas personas, será bueno que, cuando juegue con ellos, le recordemos quién se los ha regalado.



Recuerdos permanentes

  • Cuando crezcan, los niños no tendrán recuerdos de estos primeros años. Los recuerdos conscientes más antiguos que conservamos los adultos no son anteriores a los tres años de edad.
  • Pero hay pruebas de que se guardan recuerdos inconscientes. Por ejemplo, en un niño mayor se pueden detectar reacciones fisiológicas (dilatación de pupila, etc.) si ve fotos de sus compañeros de guardería, aunque no los reconozca.



Las rutinas les ayudan a estimular su memoria
  • Hay una manifestación de la memoria de los niños que es muy útil para los padres, y es la facilidad para establecer con ellos hábitos y rutinas.
  • Los niños se sienten más cómodos si saben lo que viene a continuación. Usar los mismos rituales para acostarlos, levantarlos, bañarlos, etc., hace que el mundo sea más previsible, ordenado y sencillo para el niño.
  • Si jugamos a sus juegos favoritos una y otra vez (les encanta la repetición) y les cantamos y contamos a menudo las mismas canciones y pequeñas historias, estaremos ayudándoles a desarrollar su memoria.

fuente

Principales armas de seducción de los niños


Niña de un año, cara de sorpresaAl cumplir el año, los elementos estrella de la comunicación de los niños son sus gestos. Su mirada, su caminar vacilante, su risa... Para nosotros sus gestos tienen poderes mágicos: nos enternecen y fascinan. Toma nota de sus principales armas de seducción.

La comunicación de los niños de un año se basa en algunos gestos y cuatro palabras. Su encanto ilimitado y su ingenio hacen que consigan todo lo que quieren. Poco a poco van tomando conciencia de lo mucho que nos fascinan sus gestos y aprenden a explotarlo.

Verlo con el dedito estirado señalando una galleta nos enternece tanto que se la damos. A nosotros nos fascina este tipo de comunicación, y hacemos todo lo que nos pide para demostrarle que lo hemos entendido.


Sus primeras palabras

Las primeras palabras de nuestro pequeño hacen la delicia y crean la expectación de toda la familia. "Papá" y "mamá" son las más comunes, aunque no tiene porque ser así. Nuestro bebé pronto descubrirá que, cuando nombra a las personas, consigue atraer toda su atención. Nada hace más efecto en una madre que escuchar la palabra "mamá" de boca de su pequeño.
Después de los gestos y los balbuceos, llegan los intentos de nombrarlo todo, tarea en la que todos colaboramos gozosamente. Les encanta aprender palabras nuevas e intentar repetir todo lo que decimos. Nosotros nos entregamos a sus constantes demandas, aunque debemos tener en cuenta sus límites y no pedirles más de lo que pueden decir.


¡Que serios se ponen!

  • Más allá de sus gestos y palabras, lo que más nos enamora de los pequeños de un año es el tesón y la seriedad con la que realizan cualquier tarea. Meten, sacan, apilan y traen cosas con infatigable voluntad.
  • La imitación es otro de los mecanismos de aprendizaje. Repiten todo lo que hacemos. Es bastante común encontrar a los niños de año y medio paseando por la casa con la manita en la oreja y chapurreando una animada conversación con un teléfono móvil imaginario.


Necesitan que los adultos les comprendan

Nosotros tenemos que tener la mente abierta y comprender lo que nuestro hijo quiere expresar. Cuando estemos viendo un libro y señale un animal, puede que se refiera a lo que le gustó de la visita al zoo del día anterior, no al animal de la historia.
El pequeño insistirá hasta que hagamos comentarios sobre lo que está pensando y nosotros tenemos que descifrar lo que quiere decir.



9 armas de seducción

  • Su sonrisa es altamente contagiosa. Resulta inevitable sonreír a un niño que nos sonríe. Es tan encantadora e irresistible que provocarla será la gran diversión de papá y mamá.
  • Su mirada. Directa, franca, demuestra en cada momento lo que siente. Se trata de una que mirada atraviesa varias capas de nuestra personalidad y nos hace sentirnos desnudos.
  • Su inegenio. No dejará de sorprendernos. El reciente descubrimiento de la relación causa- efecto le otorgará un gran poder para realizar deducciones y organizar sus andanzas.
  • Su determinación. Unida a su ingenio, es el complemento perfecto para conseguir lo que quiere.
  • La torpeza. Nuestro pequeño aún no controla bien su cuerpo, lo que se interpone entre sus objetivos y él. Sus dificultades despiertan en nosotros tal ternura que nos convierte en incondicionales aliados.
  • Los grititos. Especialmente si contienen alguna sílaba o vocal de nuestro nombre. «¡A pa! ¡A pa!», por ejemplo. Producen un efecto fulgurante en nuestro cerebro.
  • Aunque no haga ni diga nada, cuando veamos sus mofletes sentimos unos deseos irrefrenables de achucharlo.
  • Sus sonoros besos. Son adictivos y probablemente nos pasaremos el día pidiéndoselos. Y él dándonoslos... hasta que se canse.
  • El arma definitiva son los abrazos. Cuando te rodea con sus bracitos, estás felizmente perdido en el paraíso.

jueves, 16 de octubre de 2008

Fotos de rena recientes solo el!!!!


mi bebe renatito te amo vida mia!!!